domingo, 27 de mayo de 2012

Una historia de ballet



Le pedí a mi abuela que “por favor por favor por favor” me lo prestara. La abuela me miro con sus ojitos de "y ahora que le digo yo a mi niña". Me dijo que se lo pidiera a mi tío, el encargado de la biblioteca doméstica. Así que le pedí que “por favor por favor por favor” me lo dejara unos días y éste me refirió con otra de mis tías que, junto con mi mamá, había fundado la biblioteca familiar cuando ambas empezaban sus estudios de magisterio. Me presenté delante de mi tía y le supliqué que “por favor por favor por favor” me prestara el libro que acababa de encontrar en la estantería. Y así fue como finalmente conseguí “Mi primer libro de música, dibujo y ballet”. No recuerdo los títulos del resto de libros de la colección pero agoté aquel triangulo de ruegos insistentes hasta que pude volver a casa con el que, sin duda, me había enamorado.

Durante los días siguientes seguí fiel a las primeras fiebres del enamoramiento, no dejaba de leer el libro, de contemplar sus dibujos y de intentar hacer los ejercicios propuestos en el apartado de ballet. Casi me rompo un dedo tratando de ponerme de puntillas y lo peor del caso es que al cabo de las horas, no había alcanzado resultados aceptables. Mi obsesión fue en aumento, a la pobre Juana la tenía aburrida de tanto pedirle que me hiciera el milagro de fabricar un perfecto moño de bailarina con mi indomable y leonina melena.

Empecé a acribillar  a papi con mis preguntas sobre ballet, le ensené el libro y empezamos a hacer un repaso por los nombres de las bailarinas que aparecían al final del capítulo señaladas como las mejores del mundo. Markova, Danilova, Tallchief, Fonteyn, Serrano y Alonso. Y entonces papi saltó: ¡ésta es la mejor! y no es que papi tuviera un profundo conocimiento del ballet, es que para él los mejores músicos y bailarines del mundo son los cubanos.

Alicia Alonso… se me quedó grabada en la memoria. Quizás era por la sonoridad que me sugería su nombre de evidente origen latino, un nombre que ella se negó rotundamente a cambiar por uno más 'internacional'. Quizás fuera eso y el entusiasmo de papi por el arte cubano que, ya empezaba a contagiarme, lo que facilitó que su recuerdo se mantuviera al alcance de mi memoria.

Al finalizar la función de aquel domingo por la tarde Alicia Alonso subió al escenario del teatro Tívoli, y con una amplia sonrisa, enmarcada en sus labios tintados de un rojo vibrante, dijo: “Ya ustedes me conocen a mí, ahora yo quiero conocerlos a ustedes”. Era ella, ¡la del libro! (nunca lo devolví). Pude comprobar que sigue viviendo por y para el ballet, con la ilusión de quien encontró hace mucho tiempo el propósito de su vida y, con resuelta ilusión y entusiasmo, la vive. Como si no hubiesen pasado 90 años, como si fuera el primer día... como si fuera el último.

1 comentario:

  1. He visto el ballet de Cuba dos veces. Dos veces salió Aicia Alonso al final de la actuación, y en esos momentos, el mundo se paró por un instante y de pura admiración no podía dejar de llorar. Que grande Alicia!
    Gracias por recordarme esos momentos mágicos. Eres bella Sory!

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