El día hace rato que se estrenó pero el suave sonido de la lluvia, interceptado a ratos por el estruendo frío de los manojos de granizo que irrumpen en los tejados, invita a cambiarle el ritmo a las horas, a sacarlas a girar en tiempo de vals. La tentación quieta de la cama se antoja poderosa, deliciosa, dulce... y el mantra que me baila los rincones de la cabeza repite: de aquí no me mueve nadie.
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